adviento 2022

Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído

Adviento

Miércoles III semana 

Textos

Del libro del profeta Isaías (45, 6-8.18.21-25)

“Yo soy el Señor y no hay otro. Yo soy el artífice de la luz y el creador de las tinieblas, el autor de la felicidad y el hacedor de la desgracia; yo, el Señor, hago todo esto. Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo; que la tierra se abra y haga germinar al salvador y que brote juntamente la justicia. Yo, el Señor, he creado todo esto”.

Esto dice el Señor, el que creó los cielos, el mismo Dios que plasmó y consolidó la tierra; él no la hizo para que quedara vacía, sino para que fuera habitada: “Yo soy el Señor y no hay otro. ¿Quién fue el que anunció esto desde antiguo? ¿Quién lo predijo entonces? ¿No fui yo, el Señor? Fuera de mí no hay otro Dios. Soy un Dios justo y salvador y no hay otro fuera de mí.

Vuélvanse a mí y serán salvados, pueblos todos de la tierra, porque yo soy Dios y no hay otro. Lo juro por mí mismo, de mi boca sale la verdad, las palabras irrevocables: ante mí se doblará toda rodilla y por mí jurará toda lengua, diciendo: ‘Sólo el Señor es justo y poderoso’. A él se volverán avergonzados todos los que lo combatían con rabia. Gracias al Señor, triunfarán gloriosamente todos los descendientes de Israel”. Palabra de Dios.

+ Del evangelio según san Lucas (7, 19-23)

En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron: “Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro”.

En aquel momento, Jesús curó a muchos de varias enfermedades y dolencias y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista. Después contestó a los enviados: “Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso el que no se escandalice de mí”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

Las palabras del profeta dirigidas a Ciro son un himno a Dios que, a través de su Ungido, ejecuta la salvación (cf. Is 45,1). 

El profeta afirma con decisión que sólo el Dios de Israel es el Señor, porque hace todo : «Yo soy el artífice de la luz y el creador de las tinieblas, el autor de la felicidad y el hacedor de la desgracia»

Dios es el creador, es decir, su acción es el origen de todo “radicalmente nuevo”, desde el primero al último día y lo mismo transforma la faz de la tierra renovando la naturaleza que cambiando la lógica de las relaciones humanas haciendo descender su presencia misma como la lluvia para hacer brotar la justicia: «dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo; que la tierra se abra y haga germinar al salvador y que brote juntamente la justicia

En todo el pasaje repetidamente aparece una expresión singular: « Yo soy YHWH -Yahvé-» que es un modo de afirmar la unicidad de Dios, su poder y su señorío absoluto sobre la historia del hombre. Es el nombre con el que Dios se revela, con el que asegura su presencia, su permanencia, su compañía, su protección.

Su poder se manifiesta en la creación del mundo, realidad vacía y sin sentido pero con el fin positivo y altísimo de ser la morada de la humanidad. Dios es «el que creó los cielos, el mismo Dios que plasmó y consolidó la tierra; él no la hizo para que quedara vacía, sino para que fuera habitada».

Pero el culmen de su señorío se manifiesta más en su querer y poder salvar a la humanidad y en suscitar la búsqueda sincera de la justicia y el bien: «que la tierra se abra y haga germinar al salvador y que brote juntamente la justicia»

Así se revela como «Dios justo», es decir, capaz de instaurar una relación de comunión y de alianza, y por consiguiente es «Dios salvador»: «A él se volverán avergonzados todos los que lo combatían con rabia. Gracias al Señor, triunfarán gloriosamente todos los descendientes de Israel».

Sobre todas las cosas, mundo y humanidad, Dios domina soberano y nada puede oponerse a su voluntad: el actuar divino en favor de los fieles, aun siendo misterioso e imprevisible, está patente a los ojos de todos y se manifiesta incomparable y único. Éste es el Dios que Israel, como pueblo debe dar a conocer a los demás pueblos.

La profecía de Isaías y el evangelio de hoy

Juan el Bautista está en la cárcel, oye hablar de las obras de Jesús pero, seguramente también le llegan los comentarios que lo desacreditan. Por eso no duda en mandar emisarios para preguntarle si con Él concluye la espera o todavía deben esperar al Mesías prometido, el que había de venir. 

La respuesta de Jesús sigue la misma lógica de la enseñanza de Isaías quien ha sido enfático en hacer saber cómo las obras acreditan la presencia de Dios, que camina con su pueblo como salvador.

De igual manera las obras de Jesús lo acreditan como presencia viva de Dios, por eso manda decir a Juan que considere las obras que realiza: «Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio». Juan debe sacar sus propias conclusiones, sólo Dios puede realizar la obra de la redención que es promesa que se cumple en Jesucristo.


[1] G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año.1., 195.

adviento 2022

¡Coherencia! Martes III de Adviento

Disponte

Escucha el siguiente canto, síguelo en tu corazón:

Se acerca el Reino de Dios – Carmelo Erdozain

Textos Bíblicos 

Pulsa para leerlos AQUI

1a. Lectura:  Sofonías 3, 1-2. 9-13

Salmo: 33

Evangelio: Mateo 21, 28-32

Reflexiona (mira el video)

Propósito

REVISA tu vida con la luz que te da el consejo No. 8 para vivir el adviento

REFLEXIONA ¿cuántas promesas has hecho a Dios que no has cumplido? ¿ya caducaron esas promesas?

REZA la Oración por la paz

Jaculatoria: (repite durante el día):

¡El Señor escucha el clamor de los pobres!

Concluye:

Escucha el siguiente canto, síguelo en tu corazón

Abre tu tienda al Señor– Carmelo Erdozain

adviento 2022

Ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido

Adviento

Martes III semana 

Del libro del profeta Sofonías (3, 1-2.9-13)

“¡Ay de la ciudad rebelde y contaminada, de la ciudad potente y opresora! No ha escuchado la voz, ni ha aceptado la corrección. No ha confiado en el Señor, ni se ha vuelto hacia su Dios. Pero hacia el fin daré otra vez a los pueblos labios puros, para que todos invoquen el nombre del Señor y lo sirvan todos bajo el mismo yugo.

Desde más allá de los ríos de Etiopía, hasta las últimas regiones del norte, los que me sirven me traerán ofrendas. Aquel día no sentirás ya vergüenza de haberme sido infiel, porque entonces yo quitaré de en medio de ti a los orgullosos y engreídos, y tú no volverás a ensoberbecerte en mí monte santo.

Aquel día, dice el Señor, yo dejaré en medio de ti, pueblo mío, un puñado de gente pobre y humilde. Este resto de Israel confiará en el nombre del Señor. No cometerá maldades ni dirá mentiras; no se hallará en su boca una lengua embustera. Permanecerán tranquilos y descansarán sin que nadie los moleste”. Palabra de Dios.

Del evangelio según san Mateo (21, 28-32)

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’.El le contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue.

¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” Ellos le respondieron: “El segundo”. Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios.

Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

La profecía de Sofonías nos coloca ante el esplendor de la venida del Señor, la que ocurre discretamente en todos los momentos de la historia y que se consumará al final de los tiempos. Las profecías que hemos leído desde que inició el adviento al mismo tiempo que ponen delante de nosotros las acciones salvíficas de Dios nos muestran lo que nos corresponde hacer.

Leamos cuidadosamente la profecía de hoy y encontramos a la luz de la Palabra, los motivos para la fiesta a la que nos preparamos. El texto de Sofonías tiene tres partes: el pecado, la salvación y el nuevo pueblo.

El Pecado: dar la espalda a Dios.

El pasaje inicia con una lamentación. El dolor interior es profundo. Las lágrimas de Dios están a punto de asomarse en los ojos del profeta que contempla la ruina de la ciudad. Jerusalén, el pueblo que la habitaba, estaba llamado a ser modelo de las relaciones de justicia, sin embargo se ha descompuesto por la corrupción de sus líderes. El profeta -viendo la historia con los ojos de Dios- describe la dolorosa situación de la ciudad con tres adjetivos:

  • Rebelde: como una persona inmadura que se mueve al vaivén de sus impulsos, teniendo como criterio de acción el capricho y no el proyecto de Dios; se deja ver en el fondo una tremenda arrogancia humana.
  • Manchada. El distanciamiento de Dios coloca al pueblo en situación de impureza, apta para cualquier tipo de pecado.
  • Opresora: El pecado se manifiesta en diversas formas de egoísmo y niega el caminar de la comunidad; predominan los intereses de los poderosos y la fraternidad se diluye en la dominación de unos sobre otros.

Detrás de la realidad que describen estos calificativos hay una realidad más profunda. El rechazo de Dios. El profeta lo dice con dos expresiones en negativo: la primera indica la negación a la Palabra de Dios para la que no hay apertura ni docilidad: «No ha escuchado la voz, ni ha aceptado la corrección»; la segunda, indica el no a la Persona de Dios, se establece con él una distancia para no involucrarlo en la propia vida: «No ha confiado en el Señor, ni se ha vuelto hacia su Dios».

Este es el panorama inicial sobre el que el profeta Sofonías, después de asegurar el juicio de Dios, proclama la obra salvífica de Dios.

La respuesta de Dios: restaurar a su pueblo.

A pesar de su pecado, Dios no abandona a los que ha llamado y ama. El profeta acentúa tres iniciativas de Dios que le dan giro a la situación descrita: Dios purifica, extirpa las causas de la rebeldía y deja en medio de la ciudad a un pueblo “humilde y pobre” a partir del cual se realiza el proyecto de comunidad.

La primera acción positiva de Dios es el núcleo de la segunda parte de la profecía: «daré otra vez a los pueblos labios puros». Se trata de una obra realmente restauradora porque de la purificación resulta un pueblo justo. Leyendo con atención nos damos cuenta como se reconstruye el pueblo de Dios: 

  • Primero: «para que todos invoquen el nombre del Señor»: el pueblo que antes era orgulloso ahora confiesa la fe, los labios purificados reconocen a la persona de Dios, lo confiesan como su Dios y le suplican con confianza. 
  • Segundo: «lo sirvan todos bajo el mismo yugo»: como consecuencia de la aceptación del señorío de Dios, aceptan su proyecto. Ya no se imponen los intereses de unos sobre otros, hay comunión de los intereses de Dios.
  • Tercero. «Desde más allá de los ríos de Etiopía, hasta las últimas regiones del norte, los que me sirven me traerán ofrendas». L dispersión se vuelve congregación en Jerusalén; en este movimiento los dispersos no regresan solos sino que atraen con ellos a los pueblos paganos. La conversión del pueblo atrae a todos los que le rodean. La “ofrenda” es señal externa de la comunión de todos con Dios.

Un nuevo pueblo de pobres y humildes que aprende el proyecto de Dios

Las iniciativas de Dios continúan. Pero en la tercera parte de la profecía el énfasis se pone en la nueva situación del pueblo restaurado por Dios. El profeta habla de: «aquel día».

La frase principal es: «no sentirás ya vergüenza de haberme sido infiel». La vergüenza de que se habla aquí es como la que siente un padre o madre cuando un hijo comete una falta grave y pública, convirtiéndose en motivo de señalamiento y habladurías de la gente.

Según esta palabra profética «aquel día», no habrá lugar para la vergüenza ni para la confusión en el pueblo de Dios. No debe haber motivo de queja ni lamentación de nadie contra nadie, ni señalamiento de experiencias pasadas de pecado.

El profeta profundiza señalando dos razones que el oyente de la Palabra no puede pasar por alto: la primera, «porque entonces yo quitaré de en medio de ti a los orgullosos y engreídos»; la segunda, «yo dejaré en medio de ti, pueblo mío, un puñado de gente pobre y humilde».

Puede observarse la contraposición de las dos expresiones. En la primera, el verbo en realidad es «extirparé», porque no se trata tanto del quitar de en medio a alguien sino de ir a las causas de los comportamientos dañinos para la sociedad. No hay más motivo de vergüenza porque ha habido perdón real. Detrás de esta afirmación profética está la noción bíblica del perdón, que no consiste en la disculpa por una falla cometida sino en una transformación de fondo en aquello que la origina, en una purificación del mal. Por lo tanto, no hay lamentación sencillamente porque no hay pecado.

En la segunda expresión el verbo «dejaré» describe la acción creadora de Dios que saca luz en medio de la oscuridad, quien reconstruye la comunidad y le restaura su vitalidad a partir de un «grupo semilla» que es modelo y al mismo tiempo fuerzo de transformación. Este grupo es llamado por el profeta «resto de Israel». Se trata del pueblo humilde que se mantiene firme en su fe, que encuentra en Yahvé su refugio. Su fe tiene más fuerza que el poder de los líderes que, apoyados en la roca firme del “monte santo” de Dios, encontraban fuerza para cometer sus delitos. Este resto de Israel en cambio «confiará en el nombre del Señor» lo cuál indica una apertura a sus exigencias éticas.

A partir del ejemplo de este «puñado de gente pobre y humilde» todo el pueblo está llamado a cambiar su conducta. Al comienzo de esta profecía, el pueblo, por su orgullo no aceptaba la corrección. Ahora en tres “no” finales se describe la comunión con el querer de Dios que es la vida y la comunidad fraterna: «No cometerá maldades ni dirá mentiras; no se hallará en su boca una lengua embustera».

La insistencia en la eliminación de la mentira hace referencia a los «labios purificados» lo cual tiene una traducción en la vida social. Primero, desde el punto de vista negativo, no hay proyectos ocultos que favorecen los intereses de pocos; segundo, desde el punto de vista positivo, la transparencia de la comunicación edifica la comunidad. En pocas palabras, la comunidad se forma en el aprendizaje de un lenguaje común.

Al ser purificado de su soberbia, el pueblo aprenderá un lenguaje común, tendrá un proyecto de vida compartido, vivirá caminos de crecimiento comunitario sin encontrar obstáculos en su realización histórica: «permanecerán tranquilos y descansarán sin que nadie los moleste».

El evangelio nos habla de la realización de la profecía

El evangelio de este día hace eco de la profecía de Sofonías. Jesús dice que «Juan predicó el camino de la justicia».

El evangelista Mateo, en sintonía con el pensamiento del Antiguo Testamento, entiende por “justicia” la comunión de voluntad con Dios, de donde se desprende todo comportamiento “justo” en las relaciones sociales y en el uso de los bienes de la tierra.

Juan se encontró con la pared infranqueable del orgullo de las autoridades religiosos, quienes se sostuvieran en su soberbia, apoyados en la religión y no se abrieron a la conversión. El rechazo del profeta, porque «ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él» fue la manera de esquiva el llamado al cambio de comportamiento que les era exigido.

Por el contrario, un pueblo nuevo que recorre caminos de justicia, abierto a la venida del Mesías predicada por el Bautista, surge como creación de Dios. Se trata de un pueblo cuya semilla son «los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios»; son personas que dejaron su orgullo a un lado para entrar humildemente en un camino de conversión según el querer de Dios.


[1] Oñoro F., Una gran transformación en el mundo a partir de los humildes. Sofonías 3,1-2.9-13. CEBIPAL/CELAM.

adviento 2022

¡No estoy yo aquí que soy tu madre! Nuestra Señora de Guadalupe

Disponte

Escucha el siguiente canto, síguelo en tu corazón:

Se acerca el Reino de Dios – Carmelo Erdozain

Textos Bíblicos 

Pulsa para leerlos AQUI

1a. Lectura:  Isaías 7, 10-14

Salmo: 66

2a. Lectura: Gálatas 4, 4-7

Evangelio: Lucas 1, 39-48

Reflexiona (mira el video)

Propósito

REVISA tu vida con la luz que te da el consejo No. 7 para vivir el adviento

HAZ EL PROPOSITO de tener gestos de ternura con las personas a las que tratas con frialdad o dureza

HAZ la oración a Santa Maria de Guadalupe

REZA la Oración por la paz

Jaculatoria: (repite durante el día):

¡Que te alaben, Señor, todos los pueblos!

Concluye:

Escucha el siguiente canto, síguelo en tu corazón

Abre tu tienda al Señor– Carmelo Erdozain

adviento 2022

¿Quien soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?

12 de diciembre

N. S. de Guadalupe 

Del evangelio según san Lucas (1, 39-48)

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludo a Isabel. En cuanto esta oyó el saludo de María, la criatura salto en su seno. 

Entonces Isabel quedo llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamo: “¡Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quien soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llego tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. 

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”.  

Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez

Voz: Marco Antonio Fernández Reyes

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Mensaje[1]

«Que te alaben, Señor, todos los pueblos. 
Ten piedad de nosotros y bendícenos; 
Vuelve, Señor, tus ojos a nosotros.
Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora.
Las naciones con júbilo te canten, 
Porque juzgas al mundo con justicia (…)» (Sal 66).

La plegaria del salmista, de súplica de perdón y bendición de pueblos y naciones y, a la vez, de jubilosa alabanza, ayuda a expresar el sentido espiritual de esta celebración. Son los pueblos y naciones de nuestra Patria Grande, Patria Grande latinoamericana los que hoy conmemoran con gratitud y alegría la festividad de su “patrona”, Nuestra Señora de Guadalupe, cuya devoción se extiende desde Alaska a la Patagonia. Y con Gabriel Arcángel y santa Isabel hasta nosotros, se eleva nuestra oración filial: «Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo…» (Lc 1,28).

En esta festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, hacemos en primer lugar memoria agradecida de su visitación y cercanía materna; cantamos con Ella su “magnificat”; y le confiamos la vida de nuestros pueblos y la misión continental de la Iglesia. 

Cuando se apareció a San Juan Diego en el Tepeyac, se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios” (Nican Mopohua); y dio lugar a una nueva visitación. Corrió premurosa a abrazar también a los nuevos pueblos americanos, en dramática gestación. Fue como una «gran señal aparecida en el cielo … mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies» (Ap 12,1), que asume en sí la simbología cultural y religiosa de los pueblos originarios, anuncia y dona a su Hijo a todos esos otros nuevos pueblos de mestizaje desgarrado. Tantos saltaron de gozo y esperanza ante su visita y ante el don de su Hijo y la más perfecta discípula del Señor se convirtió en la «gran misionera que trajo el Evangelio a nuestra América» (Aparecida, 269). El Hijo de María Santísima, Inmaculada encinta, se revela así desde los orígenes de la historia de los nuevos pueblos como “el verdaderísimo Dios por quien se vive”, buena nueva de la dignidad filial de todos sus habitantes. Ya nadie más es solamente siervo sino todos somos hijos de un mismo Padre hermanos entre nosotros, y siervos en el siervo.

La Santa Madre de Dios visitó a estos pueblos y quiso quedarse con ellos. Dejó estampada misteriosamente su imagen en la “tilma” de su mensajero para que la tuviéramos bien presente, convirtiéndose en símbolo de la alianza de María con estas gentes, a quienes confiere alma y ternura. Por su intercesión, la fe cristiana fue convirtiéndose en el más rico tesoro del alma de los pueblos americanos, cuya perla preciosa es Jesucristo: un patrimonio que se transmite y manifiesta hasta hoy en el bautismo de multitudes de personas, en la fe, esperanza y caridad de muchos, en la preciosidad de la piedad popular y también en ese ethosamericano que se muestra en la conciencia de dignidad de la persona humana, en la pasión por la justicia, en la solidaridad con los más pobres y sufrientes, en la esperanza a veces contra toda esperanza. 

De ahí que nosotros, hoy aquí, podemos continuar alabando a Dios por las maravillas que ha obrado en la vida de los pueblos latinoamericanos. Dios, según su estilo, “ha ocultado estas cosas a sabios y entendidos, dándolas a conocer a los pequeños, a los humildes, a los sencillos de corazón” (cf. Mt 11,21). En las maravillas que ha realizado el Señor en María, Ella reconoce el estilo y modo de actuar de su Hijo en la historia de salvación. Trastocando los juicios mundanos, destruyendo los ídolos del poder, de la riqueza, del éxito a todo precio, denunciando la autosuficiencia, la soberbia y los mesianismos secularizados que alejan de Dios, el cántico mariano confiesa que Dios se complace en subvertir las ideologías y jerarquías mundanas. Enaltece a los humildes, viene en auxilio de los pobres y pequeños, colma de bienes, bendiciones y esperanzas a los que confían en su misericordia de generación en generación, mientras derriba de sus tronos a los ricos, potentes y dominadores. El “Magnificat” así nos introduce en las “bienaventuranzas”, síntesis y ley primordial del mensaje evangélico. A su luz, hoy, nos sentimos movidos a pedir una gracia. La gracia tan cristiana de que el futuro de América Latina sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia, por los compasivos, por los de corazón limpio, por los que trabajan por la paz, por los perseguidos a causa del nombre de Cristo, “porque de ellos es el Reino de los cielos” (cf. Mt 5,1-11). Sea la gracia de ser forjados por ellos a los cuales, hoy día, el sistema idolátrico de la cultura del descarte los relega a la categoría de esclavos, de objetos de aprovechamiento o simplemente desperdicio.

Y hacemos esta petición porque América Latina es el “continente de la esperanza”, porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría esperanzadora. Sólo es posible custodiar esa esperanza con grandes dosis de verdad y amor, fundamentos de toda la realidad, motores revolucionarios de auténtica vida nueva.

Ponemos estas realidades y estos deseos en la mesa del altar, como ofrenda agradable a Dios. Suplicando su perdón y confiando en su misericordia, celebramos el sacrificio y victoria pascual de Nuestro Señor Jesucristo. Él es el único Señor, el “libertador” de todas nuestras esclavitudes y miserias derivadas del pecado. Él es la piedra angular de la historia y fue el gran descartado. Él nos llama a vivir la verdadera vida, una vida humana, una convivencia de hijos y hermanos, abiertas ya las puertas de la «nueva tierra y los nuevos cielos» (Ap 21,1). Suplicamos a la Santísima Virgen María, en su advocación guadalupana –a la Madre de Dios, a la Reina y Señora mía, a mi jovencita, a mi pequeña, como la llamó san Juan Diego, y con todos los apelativos cariñosos con que se dirigen a Ella en la piedad popular–, le suplicamos que continúe acompañando, auxiliando y protegiendo a nuestros pueblos. Y que conduzca de la mano a todos los hijos que peregrinan en estas tierras al encuentro de su Hijo, Jesucristo, Nuestro Señor, presente en la Iglesia, en su sacramentalidad, especialmente en la Eucaristía, presente en el tesoro de su Palabra y enseñanzas, presente en el santo pueblo fiel de Dios, presente en los que sufren y en los humildes de corazón. Y si este programa tan audaz nos asusta o la pusilanimidad mundana nos amenaza que Ella nos vuelva a hablar al corazón y nos haga sentir su voz de madre, de madrecita, de madraza, ¿por qué tenés miedo, acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?

[1] Homilía del Papa Francisco. 12 de diciembre de 2014.

adviento 2022

¡Esperemos a Jesús! Domingo III de Adviento

Disponte

Escucha el siguiente canto, síguelo en tu corazón:

Se acerca el Reino de Dios – Carmelo Erdozain

Textos Bíblicos 

Pulsa para leerlos AQUI

1a. Lectura:  Isaías 35, 1-6. 10

Salmo: 145

2a. Lectura: Santiago 5, 7-10

Evangelio: Mateo 11, 2-11

Reflexiona (mira el video)

Propósito

ENCIENDE la tercera vela de la corona de adviento

REFLEXIONA sobre tu caridad ¿compartes de lo tuyo con los necesitados?

HAZ la oración a Santa Maria de Guadalupe

REZA la Oración por la paz

Jaculatoria: (repite durante el día):

¡Ven, Señor, a salvarnos!

Concluye:

Escucha el siguiente canto, síguelo en tu corazón

Abre tu tienda al Señor– Carmelo Erdozain

adviento 2022

¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

Adviento

Domingo de la III semana

Ciclo  

Textos

† Del evangelio según san Mateo (11, 2-11)

En aquel tiempo, Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Jesús les respondió: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio.

Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”.

Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan: “¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? No.

Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? No, ya que los que visten con lujo habitan en los palacios.

¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, yo se lo aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino.

Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

El domingo pasado, el evangelio nos hizo ver, con imágenes como la del hacha a punto de derribar el árbol y la del labrador que separa el trigo de la paja, que las expectativas de Juan el Bautista sobre el Mesías eran las de un juez terrible, poderoso, que vendría como salvador.

Este Domingo nos encontramos nuevamente con Juan, ahora está encarcelado, había oído hablar de los milagros realizados por Jesús entre gente sufriente, abatida por el dolor. No era lo que él esperaba; a Jesús se le veía humilde, sobrellevaba la animadversión de los sabios y entendidos, de los poderosos que seguían en sus puestos haciendo sus fechorías; en otras palabras, con Jesús, el trigo no había sido separado de la paja, como Juan esperaba; las acciones de Jesús no coinciden con el Mesías que él había anunciado

El interrogatorio de Juan

La franqueza de Juan, su actitud firme y la fidelidad al mensaje de conversión que le había sido encomendado lo llevaron a la cárcel, colocándolo en la fila del martirio. En el evangelio de Mato, hasta este momento, Jesús ha realizado diez milagros, que causaron maravilla y que fueron divulgados y estando en prisión Juan oyó  hablar de ellos.

Los milagros de Jesús van delineando el rumbo que está tomando su misión; lejos de manifestar poder y fuerzas superiores, de manifestarse como Juez, Jesús se manifiesta compasivo, entrando en el mundo del dolor y caracterizándose por su humildad y mansedumbre.

La situación que vive y el conocimiento que tiene de las acciones de Jesús, lleva a Juan a formularse la pregunta decisiva acerca de la identidad de Jesús y no se queda con la duda y a través de emisarios interroga a Jesús. : «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».

La respuesta de Jesús a los emisarios de Juan fue: «Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio»

Jesús no responde directamente a Juan, él debe responderse a partir de lo que está aconteciendo; debe leer las obras de Jesús a la luz de la Palabra de Dios; ésta se verifica en el actuar de Jesús. Isaías había anunciado el advenimiento del Mesías con signos como la curación de los ciegos, los sordos, los mudos y los cojos y eso es algo que los emisarios de Juan pueden constatar y sobre lo que pueden dar testimonio.

Las obras de Jesús son leídas desde la Palabra de Dios y viceversa, la Palabra de Dios se verifica en las obras de Jesús. Dios cumple su Palabra, su promesa se cumple en el obrar de Jesús, en sus obras se puede captar la intervención salvífica de Dios y su señorío que no se manifiesta en primer lugar como superación de los poderes humanos.

El Reino de Dios en el ministerio de Jesús no se realiza con el poder de Juez, sino todo lo contrario; será su pascua la que desvelará el Señorío de Dios en el anuncio de la venida del Hijo del hombre como Rey al final de los tiempos; antes de ello, el Reino de los Cielos se da a conocer como misericordia y salvación; ayuda efectiva a los necesitados, a los pobres y a los sufrientes.

La forma como Jesús realiza su vocación mesiánica va a la par con esta idea del Reino, por ello lo primero que se percibe en él, lo que llega a los oídos de Juan, no es el combate contra la violencia de los poderosos, sino el amor a todos, sin excepción, presentándose como redentor de los necesitados y mensajero de la alegría.

El elogio de Jesús a Juan

En cuanto se marchan los emisarios de Juan, Jesús comienza un discurso en el que deja claro quién es el Bautista. Exalta su personalidad y hace manifiesta la importancia que tiene en el plan de salvación, encuadrando su vida y ministerio en la novedad del Reino. El evangelista responde así a inquietudes de la primera generación de discípulos de Jesús entre los que había algunos que habáin sido discípulos de Juan y que ante el contraste que había en la obra de uno y otro, no lograban encontrar una línea de continuidad.

Juan es un profeta creíble. Jesús no desautoriza a Juan, cuando sus emisarios se retiraron, exalta su personalidad y hace manifiesta su importancia en la historia de la salvación. Se trata de un profeta creíble ante todo por su testimonio, por su comportamiento enérgico y por su vida sin pretensiones; su sencillez hablaba de su fidelidad a Dios de quien era portavoz.

Juan es más que un profeta. Los profetas que existieron antes que él pertenecen al tiempo de la promesa, en cambio, Juan pertenece al tiempo del cumplimiento, ningún otro profeta tuvo este privilegio. Un discípulo de Jesús, se entiende a si mismo y entiende mejor a su Maestro si es capaz de entender quién es Juan en la historia de la salvación. A la luz de la grandeza de Juan, de quien Jesús dijo: «Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista», se puede captar con mayor profundidad la trascendencia y el significado del tiempo y de la obra de Jesús.

Juan es el mayor de los nacidos de mujer. Esta frase es ambivalente. Quiere decir que con relación a los que han venido antes que él, es ‘mayor’que todos; y con relación a a aquellos que pertenecen a Jesús y en comunión con él pueden experimentar la cercanía del Reino, él es ‘pequeño’. La referencia como ‘nacido de mujer’ lo destaca como el mas digno dentro de la estirpe humana.

A la luz de la grandeza de Juan se capta con profundidad la trascendencia y el significado del tiempo y de la obra de Jesús. Si de Juan recibimos el anuncio, en Jesús tenemos la realización; si Juan es el mensajero, con Jesús tenemos el establecimiento del señorío de Dios. Por eso Jesús también dice de Juan: «el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él». Esta grandeza y pequeñez del Bautista, expresada por Jesús, no se refiere al valor moral de su persona, sino al tiempo del cumplimiento de la promesa de la cual participa. No podemos quedarnos en la admiración de Juan, hay que actuar como él, de manera decidida, para pertenecer al Reino.

Conclusión

La promesa de Dios se cumple. Las obras de Jesús lo demuestran. El Reino de Dios se deja conocer como misericordia y como salvación. La forma como el Señor realizó su vocación mesiánica contrastó con la idea mesiánica de Juan. En el actuar de Jesús no encontramos ni el juicio terrible, ni el castigo de los malvados, sino el amor por todos, sin excepción, con particular predilección por los más necesitados. Muchos no comprendieron esta ternura de Jesús y le criticaron, a quienes lo hicieron no los amenazó, ni los castigo. El método de Jesús para evangelizar es la misericordia ante el dolor humano. No impone nada. Cada persona decidirá por si misma su destino según acepte o rechace ese amor.

El anuncio del evangelio nos pide atrevernos a cambiar paradigmas. Fue lo que hizo Jesús. Se presentó ante el mundo de manera distinta a como era esperado el Mesías. No llegó como Juan lo esperaba, sino como Dios quería. También nosotros debemos tener la valentía para cambiar ciertos paradigmas en nuestro imaginario religioso, en el modo como trasmitimos la fe y en nuestro compromiso con el Reino. Es importante purificar nuestra conciencia religiosa de las imágenes terribles de Jesús Juez para que nos sea posible experimentar la cercanía de su amor misericordioso en nuestros sufrimientos y en nuestras necesidades. A la hora de comunicar la fe, de transmitirla, no podemos recurrir a imágenes de Dios, ni de Jesús, que inspiren miedo o temor y mucho menos hacerlo para amenazar o asustar a los pequeños para que se ‘porten bien’.

El Papa Francisco nos convoca a asumir la responsabilidad que tenemos los cristianos de comunicar a todos la alegría del evangelio y es curioso que para ello nos pide que revisemos nuestras actitudes, que vigilemos que estas sean coherentes con el mensaje que queremos transmitir; también nos pide que no tengamos miedo de la bondad ni de la ternura, es decir, que seamos capaces de comunicar la fe haciendo y el bien y dando testimonio con gestos humanos, de cercanía, de comprensión, de empatía, que manifiesten el inmenso amor que Dios tiene por nosotros. En pocas palabras, el Papa nos pide que llevemos a los demás la alegría del Evangelio pero que lo hagamos al estilo de Jesús. Este podría ser nuestro propósito para esta Navidad y para el próximo año nuevo.

[1] Cfr. G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año. Vol. 1, 142-144.

adviento 2022

¡Profetizar! – Sábado II de adviento

Disponte

Escucha el siguiente canto, síguelo en tu corazón:

Se acerca el Reino de Dios – Carmelo Erdozain

Textos Bíblicos 

Pulsa para leerlos AQUI

1a. Lectura:  Eclesiástico (Sirácide) 48, 1-4. 9-11

Salmo: 79

Evangelio: Mateo 17, 10-13

Reflexiona (mira el video)

Propósito

REZA la oración de Adviento No. 2.

REFLEXIONA sobre tu fe ¿se basa en la esperanza de signos maravillosos o en la manifestación de Dios que asume nuestra humanidad?

HAZ la oración a Santa Maria de Guadalupe

REZA la Oración por la paz

Jaculatoria: (repite durante el día):

¡Ven, Señor, a salvarnos!



Concluye:

Escucha el siguiente canto, síguelo en tu corazón

Abre tu tienda al Señor– Carmelo Erdozain

adviento 2022

Elías ha de venir y lo pondrá todo en orden

Adviento

Sábado de la II semana 

Textos

Del libro del Eclesiástico (Sirácide) (48, 1-4.9-11)

En aquel tiempo surgió Elías, un profeta de fuego; su palabra quemaba como una llama. El hizo caer sobre los israelitas el hambre y con celo los diezmó.

En el nombre del Señor cerró las compuertas del cielo e hizo que descendiera tres veces fuego de lo alto. ¡Qué glorioso eres, Elías, por tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser igual a ti? En un torbellino de llamas fuiste arrebatado al cielo, sobre un carro tirado por caballos de fuego.

Escrito está de ti que volverás, cargado de amenazas, en el tiempo señalado, para aplacar la cólera antes de que estalle, para hacer que el corazón de los padres se vuelva hacía los hijos y congregar a las tribus de Israel. Dichosos los que te vieron y murieron gozando de tu amistad; pero más dichosos los que estén vivos cuando vuelvas. Palabra del Señor.

+ Del evangelio según san Mateo (17, 10-13)

En aquel tiempo, los discípulos le preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?” El les respondió: “Ciertamente Elías ha de venir y lo pondrá todo en orden. Es más, yo les aseguro a ustedes que Elías ha venido ya, pero no lo reconocieron e hicieron con él cuanto les vino en gana. Del mismo modo, el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos”. Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez

Voz: Marco Antonio Fernández Reyes

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Mensaje[1]

El elogio de los padres es la sección más original del libro del eclesiástico. El autor relee el pasado con una función didáctica para el presente y describe con maestría a los grandes personajes, buenos y malos, de la historia bíblica. Entre estos héroes, recoge la figura del profeta Elías, a quien parangona con el fuego por su celo, por su pasión ardiente por la causa del Señor, el Dios de Israel;  a quien dedicó totalmente su vida y en cuya presencia vivía continuamente.

Además de su ardiente predicación para llevar al pueblo al único Dios, los rasgos que describen a Elías subrayan que tenía el poder de hacer milagros, pero el culmen del elogio de Elías está en la consideración de su destino singular -el rapto en el carro de fuego-, visto como una victoria sobre la muerte por obra de amor de Dios. Su figura se convertirá en un acicate para esperar una vida más allá de la muerte, una bienaventuranza plena que espera a los que, como Elías, «mueren fieles al amor».  Al motivo de su arrebato al cielo en la tradición judía se asocia el de la espera de su regreso, preparando a los hijos de Israel para la llegada de los tiempos mesiánicos. El Nuevo Testamento heredará esta tradición judía del regreso de Elías viendo su cumplimiento en la persona de Juan Bautista.

Después de la transfiguración, Jesús, bajando del monte, mantiene con sus discípulos una conversación que trata de uno de los personajes de la visión y declara aceptar que  Elías vendría antes del juicio; sin embargo, Jesús niega cualquier visión fantástica del Elías e invita a los discípulos a discernir el plan de Dios que está manifestándose ante sus propios ojos y afirma que Elías ya ha venido, pero no lo han conocido, y que la suerte de Elías anuncia la del Hijo del hombre.

Para llevar a los discípulos a la comprensión de la urgencia de la conversión, de la sanación de las relaciones intrapersonales y de la relación con Dios, Jesús identifica expresamente a Elías con el Bautista. Los discípulos comprenden tal identificación. resulta así claro que tal identificación no se desprende automáticamente de las Escrituras, sino que se revela a quien, desde la docilidad de la fe, está dispuesto a acoger la predicación de Juan con su invitación a convertirse y prepararse al encuentro del que viene. Por un momento, los discípulos parecen, pues, comprender; aunque muy pronto caerán de nuevo en la incomprensión, en su obstinada incredulidad.


[1] Cfr. G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año. Vol. 1, 142-144.

adviento 2022

La sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras

Adviento

Viernes de la II semana 

Textos

Del libro del profeta Isaías (48, 17-19)

Esto dice el Señor, tu redentor, el Dios de Israel: “Yo soy el Señor, tu Dios, el que te instruye en lo que es provechoso, el que te guía por el camino que debes seguir.

¡Ojalá hubieras obedecido mis mandatos! Sería tu paz como un río y tu justicia, como las olas del mar. Tu descendencia sería como la arena y como granos de arena, los frutos de tus entrañas. Nunca tu nombre hubiera sido borrado ni arrancado de mi presencia”. Palabra de Dios.

† Del evangelio según san Mateo (11, 16-19)

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿Con qué podré comparar a esta gente? Es semejante a los niños que se sientan en las plazas y se vuelven a sus compañeros para gritarles: ‘Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado’.

Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron: ‘Tiene un demonio’. Viene el Hijo del hombre, y dicen: ‘Ese es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y gente de mal vivir’. Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

En su anuncio, el Segundo Isaías se concentra en la revelación del Señor como Dios de Israel. La acción salvífica que manifiesta la santidad de Dios se realiza en la formación del corazón del pueblo, para que pueda seguir el camino de la alianza y para que logre conocer el designio amoroso, salvador, gratuito de Dios con humanidad, con vistas a su realización creó el mundo.

Esta realidad lleva al profeta a hacer una especie de balance de la historia pasada de la alianza, como tiempo en el que la falta de escucha de la Palabra divina y la transgresión de su ley de vida han arrastrado a Israel lejos de la prosperidad de las promesas incluidas en la alianza. 

Pero ahora Dios da nuevamente su Palabra eficaz para que obedeciéndola produzca efectos profundos y duraderos, llevando a Israel a vivir en la justicia derramada por Dios al pueblo, garantizando el cumplimiento de la promesa hecha a los Padres.

  El evangelista nos trasmite un dicho de Jesús acerca de la incapacidad de sus contemporáneos a aceptar la novedad del Reino.. Son como niños que no entran en el juego, que ni saben lamentarse ni divertirse. La parábola presenta dos grupos de niños en conflicto entre ellos, porque el segundo grupo ha perdido interés en el juego, incluso antes de haberlo comenzado. La doble reacción de los contemporáneos con el Bautista y con Jesús, su mala voluntad manifiesta, les asemeja a los niños caprichosos de la parábola. 

La sabiduría de Dios no se legitima por la aceptación caprichosa ni por el contentillo de quienes reciben el mensaje; Mateo es claro en afirmar: «la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras» y Jesús es la sabiduría de Dios. El evangelista quiere sacudir las conciencias de quienes reciben su evangelio, disponiéndoles a la escucha para que sepan acoger la “hora desconocida de Dios”. 

Hemos contemplado hasta ahora la disposición de Dios para salir a nuestro encuentro; sin embargo, este voluntad suya poco efecto tiene en nuestra vida si no lo recibimos, escuchando su Palabra. El adviento no pide disposición para acoger y escuchar la Palabra, sin pretextos ni actitudes convenencieras, sino con un gran amor a la verdad; no podemos domesticar la Palabra, por el contrario, debemos dejarla que despliegue en nuestro interior y en toda nuestra vida todo su potencial transformador.


[1] Cfr. G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año. Vol. 1, 137-139.