PIDE LA POSADA de este día ante el nacimiento o con la imagen de los peregrinos.
REFLEXIONA. Zacarías e Isabel se imponen a la fuerza de la costumbre para cumplir la voluntad De Dios. Cuando las costumbres del ambiente en el que vives son contrarias al querer De Dios ¿cómo procedes?
Esto dice el Señor: “He aquí que yo envío a mi mensajero. El preparará el camino delante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean. Miren: Ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será como fuego de fundición, como la lejía de los lavanderos.
Se sentará como un fundidor que refina la plata; como a la plata y al oro, refinará a los hijos de Leví y así podrán ellos ofrecer, como es debido, las ofrendas al Señor. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos. He aquí que yo les enviaré al profeta Elías, antes de que llegue el día del Señor, día grande y terrible. El reconciliará a los padres con los hijos y a los hijos con los padres, para que no tenga yo que venir a destruir la tierra”. Palabra de Dios.
+ Del evangelio según san Lucas (1, 57-66)
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”. Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño.
El pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios. Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él. Palabra del Señor.
Juan Bautista, el último de los profetas, reúne en sí toda la tradición profética del Antiguo Testamento que está orientada por completo al misterio de Jesús. La Carta a los Hebreos lo recuerda: «Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo». Podríamos decir que el Bautista es el último «favor de Dios», el último de los profetas antes de que el Señor hablase directamente con su Palabra a los hombres.
El evangelista Lucas subraya que su nacimiento es obra de la intervención de Dios que ha hecho fecundos a Zacarías e Isabel. El evangelista muestra la alegría de Zacarías, que reconoce lo extraordinario del nacimiento de ese niño ocurrido por obra del Señor. Después del momento de incredulidad, Zacarías manifiesta su fe en la Palabra de Dios que es fuerte y eficaz. Se ha convertido en creyente. Ha dejado de ser mudo, su lengua se desata y puede hablar; su corazón está lleno de alegría por ese hijo, fruto de la escucha de la Palabra de Dios.
El nacimiento de Juan provoca la maravilla no sólo en la casa de Zacarías, sino también entre los vecinos, como siempre sucede cada vez que el Evangelio es escuchado y puesto en práctica: los efectos de amor provocados por el Evangelio crean siempre un clima nuevo entre la gente, un clima de fiesta, de estupor por los acontecimientos que suscita.
La escucha del Evangelio es el camino para la transformación del mundo. No es un camino banal y superficial: es profundo, interior, lleva el mundo hacia el cielo. Estamos a las puertas de la Navidad, de la Palabra que se hace carne para salvar el mundo del pecado y de la muerte.
El primer paso de esta historia de salvación se produce a partir del corazón que acoge la Palabra. Es lo que se nos pide en Navidad: renacer con Jesús. La Navidad es, por tanto, acoger en el corazón el Verbo (Jesús) y dejarle que se convierta en nuestra misma carne, es decir, historia nueva y santa. Conociendo bien esta dinámica de la fe, Silesius, un místico del siglo XVII, decía: «Aunque Cristo naciera mil veces en Belén, si no lo hace en tu corazón, estarías perdido para siempre».
[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra De Dios cada día, 2018, 34-35.
En aquellos días, Ana llevó a Samuel, que todavía era muy pequeño, a la casa del Señor, en Siló, y llevó también un novillo de tres años, un costal de harina y un odre de vino. Una vez sacrificado el novillo, Ana presentó el niño a Elí y le dijo: “Escúchame, señor: te juro por mi vida que yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti, en este lugar, orando al Señor.
Este es el niño que yo le pedía al Señor y que él me ha concedido. Por eso, ahora yo se lo ofrezco al Señor, para que le quede consagrado de por vida”. Y adoraron al Señor.Palabra de Dios.
+ Del evangelio según san Lucas (1, 5-25)
En aquel tiempo, dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen. Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.Palabra del Señor.
Los dones más preciosos no se conquistan, sino que se esperan. Tal es el caso de la madre del joven Samuel, Ana, que acude al santuario del arca en Siló para agradecer al Señor el don de la maternidad después de su insistente súplica.
La narración bíblica es el anuncio extraordinario de lo que Dios realizará en plenitud con María. Lo mismo que en el caso de Isaac, Sansón y Juan Bautista, el nacimiento de un hijo por obra de Dios, de una mujer estéril, fue el signo de una vocación particular; también lo fue para Samuel, destinado a ser el primer gran profeta de Israel y el guía espiritual del pueblo. Es preciso seguir la trayectoria marcada por Dios en la historia de la salvación de cada uno. Es necesario respetar los tiempos de crecimiento de cada uno sin pretender manipular a Dios en la realización de nuestros proyectos personales y humanos
El Magníficat, canto de los pobres, es una de las más bellas oraciones del Nuevo Testamento, con claros ecos del Antiguo Testamento. Es significativo que el texto se ponga en labios de María, la criatura más digna de alabar a Dios, culmen de la esperanza del pueblo elegido. El cántico celebra en síntesis toda la historia de la salvación que, desde los orígenes de Abrahán hasta el cumplimiento en María, imagen de la Iglesia de todos los tiempos, siempre es guiada por Dios con su amor misericordioso, manifestado especialmente con los pobres y pequeños.
El cántico se divide en tres partes: 1. María glorifica a Dios por las maravillas que ha hecho en su vida humilde, convirtiéndose en colaboradora de la salvación cumplida en Cristo su Hijo; 2. exalta, además, la misericordia de Dios por sus criterios extraordinarios e impensables con que desbarata situaciones humanas, manifestada con seis verbos «Desplegó, dispersó, derribó, ensalzó, colmó, auxilió…», que reflejan el actuar poderoso y paternal de Dios con los últimos y menesterosos; 3. finalmente recuerda el cumplimiento amoroso y fiel de las promesas de Dios hechas a los Padres y mantenidas en la historia de Israel. Dios siempre hace grandes cosas en la historia de los hombres, pero sólo se sirve de los que se hacen pequeños y procuran servirle con fidelidad en el ocultamiento y en el silencio de adoración en su corazón.
En el corazón de las personas soberbias no hay lugar para Dios y tampoco para su obra; la soberbia lleva a quien la padece a excluir a Dios de la propia vida para ocupar su puesto. La obra de Dios se vale de las personas humildes, que se reconocen como creaturas, que saben cuáles son sus límites y sus posibilidades.
[1] G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año. Vol. 1, 271-273.
Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: ven y salva al hombre, que formaste del barro de la tierra.
Aquí viene mi amado saltando por los montes, retozando por las colinas. Mi amado es como una gacela, es como un venadito, que se detiene detrás de nuestra tapia, espía por las ventanas y mira a través del enrejado. Mi amado me habla así: “Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Mira que el invierno ya pasó; han terminado las lluvias y se han ido.
Las flores brotan ya sobre la tierra; ha llegado la estación de los cantos; el arrullo de las tórtolas se escucha en el campo; ya apuntan los frutos en la higuera y las viñas en flor exhalan su fragancia. Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Paloma mía, que anidas en las hendiduras de las rocas, en las grietas de las peñas escarpadas, déjame ver tu rostro y hazme oír tu voz, porque tu voz es dulce y tu rostro encantador”. Palabra de Dios.
+ Del evangelio según san Lucas (1, 39-45)
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. Palabra del Señor.
El texto del Cantar de los Cantares, poema lírico, de autor desconocido, escrito en los siglos VI-V a.C. utilizando material antiguo que pudiera remontarse hasta Salomón (siglo X), exalta con delicadeza el amor humano entre esposo y esposa. Tal amor, descrito de moto espontáneo e inspirado, describe la vuelta del esposo a casa tras el largo invierno en busca de pastos para su rebaño. La alegría de la esposa por la venida de su amado, unidad al tierno afecto, es tan intensa, que las palabras utilizadas de densa inspiración poética y las imágenes primaverales, aun las más elevadas, parecen insuficientes para manifestar la emoción interior de la persona amada.
En la tradición de la Iglesia la imagen “esposo”-“esposa” siempre se ha entendido como símbolo de la relación nupcial entre Dios y el pueblo y entre Cristo y la Iglesia. La liturgia utiliza este simbolismo entre Cristo y María y entre Cristo y el creyente: ls Virgen es figura de la Iglesia que sale al encuentro con gozo de Cristo-esposo que viene, y así también cada miembro de la comunidad cristiana, que viene esperando acoger el Señor para que le hable directamente al corazón.
La visita de María a su pariente Isabel en el pueblecito de Ain Karin en las colinas de Judá es una página rica de reminiscencias bíblicas, de humanidad y espiritualidad. María recorre el mismo camino que hizo el arca, cuando David la transportó a Jerusalén, y es el camino que hará Jesús cuando decididamente se dirija a Jerusalén a cumplir su misión. Se trata siempre de Dios, que, en diversos momentos de la historia de la salvación, se dirige al hombre para invitarlo a la salvación.
La narración de la visitación está estrechamente vinculada con la de la anunciación, no sólo por su clima tan humano, manifestando en actos de servicio, sino también porque la visitación es la verificación del “signo” que el ángel dio a María . Los saltos del Bautista en el seno de su madre representa la alegría desbordante de todo Israel por la venida el Salvador. las palabras de bendición, inspiradas por el Espíritu, que Isabel dirige a María, son la confirmación de la especial complacencia de Dios con la Virgen. La salvación que lleva en el secreto de su propia maternidad es el fruto de su fe en la Palabra del Señor: «Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
Encuentro, es la Palabra que identifica a los textos de esta quinta feria mayor del adviento. Es el encuentro de los que se aman, el encuentro de los dos testamentos el antiguo y el nuevo, representados en Isabel y María, en Juan el Bautista y Jesús; es el encuentro de dos mujeres que se maravillan por la obra de Dios realiza en ellas; es, en una palabra, el encuentro de Dios con la humanidad, representado de distintas maneras. El tiempo de Navidad está lleno de momentos de encuentro, que vivimos con distintas intensidades y emociones, encuentros institucionales, encuentros amistosos, encuentros festivos, encuentros familiares. Contemplando a María que en su encuentro con Isabel lleva en su seno a Jesús, bien podemos preguntarnos qué llevamos con nosotros, en nuestro interior, para compartir con las personas que encontramos en estos días.
[1] G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año. Vol. 1, 264-267
Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel; que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo: “Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No la pediré. No tentaré al Señor”.
Entonces dijo Isaías: “Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”. Palabra de Dios.
+ Del evangelio según san Lucas (1, 26-38)
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia. Palabra del Señor
María, elegida y formada para convertirse en la madre de Jesús, ha aceptado plenamente esta vocación. Para ella no era ni fácil ni algo por descontado. Cuando el ángel le llevó el saludo de Dios, María se turbó. De hecho, no tenía una gran consideración de sí, contrariamente a los sentimientos que generalmente habitan en nuestros corazones.
Aquí está precisamente la esencia del pecado original: en el orgullo y el sentido de autosuficiencia enraizado en todos. Y de un corazón desligado de Dios es de donde se origina el mal en el mundo. María no se exalta ante el anuncio del ángel, al contrario, se turba.
Así debería ocurrimos a cada uno de nosotros cada vez que escuchamos el Evangelio. Pero el ángel la conforta: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús». A decir verdad, este anuncio la conmociona aún más; también porque todavía no se había ido a vivir con José.
Pero el ángel añade y explica: «el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra». No se nos han dado a conocer los pensamientos de María en aquel momento. Si responde «no», permanece en su tranquilidad y sigue con la vida de siempre. Si, por el contrario, responde «sí», toda su vida se transformaría.
A diferencia de nosotros, María no confía en sus fuerzas sino sólo en la Palabra de Dios. Por esto dice: «Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho». Ella, la primera amada por Dios, es también la primera en responder «sí» a la llamada que le trajo el ángel. Hoy María está delante de nosotros, delante de los ojos de nuestro corazón, para que, contemplándola, podamos imitarla y, con ella, cantemos el amor que el Señor ha derramado en nuestros corazones.
[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2019, 22-23.
Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a librarnos, no tardes más.