Adviento
Miércoles III semana
Textos
Del libro del profeta Isaías (45, 6-8.18.21-25)
“Yo soy el Señor y no hay otro. Yo soy el artífice de la luz y el creador de las tinieblas, el autor de la felicidad y el hacedor de la desgracia; yo, el Señor, hago todo esto. Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo; que la tierra se abra y haga germinar al salvador y que brote juntamente la justicia. Yo, el Señor, he creado todo esto”.
Esto dice el Señor, el que creó los cielos, el mismo Dios que plasmó y consolidó la tierra; él no la hizo para que quedara vacía, sino para que fuera habitada: “Yo soy el Señor y no hay otro. ¿Quién fue el que anunció esto desde antiguo? ¿Quién lo predijo entonces? ¿No fui yo, el Señor? Fuera de mí no hay otro Dios. Soy un Dios justo y salvador y no hay otro fuera de mí.
Vuélvanse a mí y serán salvados, pueblos todos de la tierra, porque yo soy Dios y no hay otro. Lo juro por mí mismo, de mi boca sale la verdad, las palabras irrevocables: ante mí se doblará toda rodilla y por mí jurará toda lengua, diciendo: ‘Sólo el Señor es justo y poderoso’. A él se volverán avergonzados todos los que lo combatían con rabia. Gracias al Señor, triunfarán gloriosamente todos los descendientes de Israel”. Palabra de Dios.
+ Del evangelio según san Lucas (7, 19-23)
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron: “Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro”.
En aquel momento, Jesús curó a muchos de varias enfermedades y dolencias y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista. Después contestó a los enviados: “Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso el que no se escandalice de mí”. Palabra del Señor.
Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez
Mensaje[1]
Las palabras del profeta dirigidas a Ciro son un himno a Dios que, a través de su Ungido, ejecuta la salvación (cf. Is 45,1).
El profeta afirma con decisión que sólo el Dios de Israel es el Señor, porque hace todo : «Yo soy el artífice de la luz y el creador de las tinieblas, el autor de la felicidad y el hacedor de la desgracia»
Dios es el creador, es decir, su acción es el origen de todo “radicalmente nuevo”, desde el primero al último día y lo mismo transforma la faz de la tierra renovando la naturaleza que cambiando la lógica de las relaciones humanas haciendo descender su presencia misma como la lluvia para hacer brotar la justicia: «dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al justo; que la tierra se abra y haga germinar al salvador y que brote juntamente la justicia.»
En todo el pasaje repetidamente aparece una expresión singular: « Yo soy YHWH -Yahvé-» que es un modo de afirmar la unicidad de Dios, su poder y su señorío absoluto sobre la historia del hombre. Es el nombre con el que Dios se revela, con el que asegura su presencia, su permanencia, su compañía, su protección.
Su poder se manifiesta en la creación del mundo, realidad vacía y sin sentido pero con el fin positivo y altísimo de ser la morada de la humanidad. Dios es «el que creó los cielos, el mismo Dios que plasmó y consolidó la tierra; él no la hizo para que quedara vacía, sino para que fuera habitada».
Pero el culmen de su señorío se manifiesta más en su querer y poder salvar a la humanidad y en suscitar la búsqueda sincera de la justicia y el bien: «que la tierra se abra y haga germinar al salvador y que brote juntamente la justicia»
Así se revela como «Dios justo», es decir, capaz de instaurar una relación de comunión y de alianza, y por consiguiente es «Dios salvador»: «A él se volverán avergonzados todos los que lo combatían con rabia. Gracias al Señor, triunfarán gloriosamente todos los descendientes de Israel».
Sobre todas las cosas, mundo y humanidad, Dios domina soberano y nada puede oponerse a su voluntad: el actuar divino en favor de los fieles, aun siendo misterioso e imprevisible, está patente a los ojos de todos y se manifiesta incomparable y único. Éste es el Dios que Israel, como pueblo debe dar a conocer a los demás pueblos.
La profecía de Isaías y el evangelio de hoy
Juan el Bautista está en la cárcel, oye hablar de las obras de Jesús pero, seguramente también le llegan los comentarios que lo desacreditan. Por eso no duda en mandar emisarios para preguntarle si con Él concluye la espera o todavía deben esperar al Mesías prometido, el que había de venir.
La respuesta de Jesús sigue la misma lógica de la enseñanza de Isaías quien ha sido enfático en hacer saber cómo las obras acreditan la presencia de Dios, que camina con su pueblo como salvador.
De igual manera las obras de Jesús lo acreditan como presencia viva de Dios, por eso manda decir a Juan que considere las obras que realiza: «Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio». Juan debe sacar sus propias conclusiones, sólo Dios puede realizar la obra de la redención que es promesa que se cumple en Jesucristo.
[1] G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año.1., 195.