Adviento
Miércoles de la II semana
Textos
+ Del evangelio según san Lucas (1, 26-38)
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José.
La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús.
El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.
Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”.
María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia. Palabra del Señor.
Voz: Marco Antonio Reyes Fernández
Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez
Mensaje[1]
En el texto evangélico de la anunciaciòn que leemos en la solemnidad de la Inmaculada Concepción destacan dos expresiones del saludo del ángel Gabriel a María. Entrando en su presencua la llama: «Llena de gracia». El término griego, kecharitoméne, explica bien la palabra que literalmente significa «la agraciada», la que ha sido colmada de gracia. María es la critura humana redimida por Dios de modo radical, perfecto. Su concepción inmaculada es obra de la gracia del Redentor, que en ella ofrece a todos la imagen y modelo de la humanidad
Liego el ángel dice a María «El Señor sté contigo», usando la expresión tan frecuente del Antiguo Testamento y que era muy familiar a los israelitas. El Señor siempre ha estado con su pueblo, aunque el pueblo no siempre ha estado con su Dios. Frecuentemente se alejó, dudó, se sintió abandonado, como el día de la rebelión en el desierto en el que en medio de la angustía se preguntaba «¿está Dios con nosotros o no?». El ángel parece responder a esta pregunta de una vez para siempre: el Señor está contigo para siempre. No es un momento pasajareo, es una unión que se va hacoendo cada vez más íntima.
María, por elecciòn especialísima de Dios fue preservada de la culpa del pecado original, de esa culpa que contamina el corazón con la soberbia de quien quiere ocupar el lugar de Dios, enseñoreándose de la propia vida y de la vida de los demás. La Purísima virgen María es modelo de humanidad, porque su corazón sin mancha la mantuvo siempre humlde y receptiva a Dios, totalmente para Él y para el cumplimiento de su designio de salvación.
Como creaturas también nosotros estamos llamados a ser totalmente para Dios y Él en nostros realizará también obras grandes, por eso, en la jaculatoria que aprendimos de nuestros padres, pedimos al Señor incesanemente, por intercesión de la Virgen María, que nos de pureza de corazón.
Por tu Purísima Concepción
Oh soberana Princesa
Una muy grande pureza,
te pido de corazón.
[1] G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año. Vol. 1, 152.